CARRERAS, DOMINGO Y PAVAROTTI CANTARON BAJO LA LLUVIA
El maleficio de Luciano Pavarotti volvió a hacerse realidad la noche del concierto de "Los 3 tenores", en el estadio londinense de Wembley, al tener que cantar Plácido Domingo, José Carreras y Pavarotti, parte de su repertorio bajo un fuerte aguacero.
A pesar de ello, el público, más de 52.000 espectadores, algunos de los cuales habían llegado a pagar 1.000 libras esterlinas por una entrada de las primeras filas, permaneció en sus asientos con chubasqueros de plástico sobre sus ropas de gala, durante todo el tiempo que duró la lluvia, más de media hora.
Bajo la experta dirección de James Levine, director artístico de la Metropolitan Opera House de Nueva York, y acompañados por la Orquesta Filarmónica de Londres, Domingo, Carreras y Pavarotti consiguieron deleitar al público con sus voces, en lo que no fue sino una repetición de sus conciertos anteriores, el de las termas de Caracalla en Roma, en 1990, y el del mundial de Futbol, en Los Angeles en 1994.
El concierto fue abierto por Pavarotti, un nuevo Pavarotti, después de la severa dieta a que le tiene sometido su novia, Nicoletta Mantovani, de 26 años, y que le ha hecho perder casi 25 kilos, pero que no parece haber afectado a su voz.
En sus interpretaciones de, "Mamma", "La mia canzone al vento", "Quando le se al placido", y "Nesun Dorma", consiguió alcanzar las notas más altas de la escala, combinándolas con los más delicados sususurros románticos.
Si Pavarotti mostró estar en buena forma, no le fueron a la zaga sus compañeros de viaje, con una apasionada interpretación de "Granada" por parte de Carreras, y otra no menos memorable de Domingo con "Mi corazon es tuyo" de Léhar, que hizo que los aplausos se incrementasen.
Las otras interpretaciones de Domingo, "E lucevan le stelle" de la opera Tosca, "Vesti la Giubba" de Pagliacci, y el aria de la zarzuela "La dolorosa", tuvieron una igual acogida calurosa de los asistentes.
Carreras, con su interpretación de "Un di all azzurro spazio" de Andrea Chenier, "Lamento di Federico" de la Arlesiana, y "Musica Proibita", consiguió hacer olvidar al público el aguacero que caía.
El concierto estuvo dividido en dos partes, en cada una de las cuales cada tenor realizó dos interpretaciones, para al final de cada una de ellas pasar al ya conocido formato de los tres en el escenario interpretando temas más populares.
Así, al finalizar la primera parte, los tres se lanzaron a una interpetación de "Because" de Hardelot, "La Danza", "Be my love" de Brozky, "Marechiare" de Tosti, "Te quiero dijiste" de Grever, para finalizar con el "Torna a Surriento" de Curtis.
Si el primer grupo fue del agrado del público, el que cerró el concierto no lo fue menos, a pesar de habérselo escuchado en las anteriores ediciones con "María" y "Tonight" de la obra de Bernstein "West Side Story", seguidas de "Cielito Lindo", "Moon River", "Caminito", "Mattinata", "Amapola" y "O Sole Mio", que provocaron una larga y cerrada ovación.
Para entonces, el agua ya había cesado y el público no parecía con ganas de abandonar sus localidades, lo que hizo que Domingo, Carreras y Pavarotti, tuvieran que regresar al escenario para ofrecer varios bises, que iniciaron con la "Donna è mobile" y que continuaron con una repetición de números del concierto.
Como ellos mismos reconocen, esta serie de conciertos les es bastante beneficiosa. A lo largo del 96 y 97 tenían programados ocho, que había iniciado en Tokio, y que les reportaban un millón de dólares por concierto.
La recaudación de Londres, según los promotores, se aproximó a los 7,5 millones de libras (unos 11 millones de dólares), con los espectadores pagando entre las 35 libras por la entrada más barata, hasta las 1.000 libras de las más caras. Éstas últimas, con derecho a una cena en un céntrico hotel londinense, en compañía de Domingo, Carreras y Pavarotti.
Unas cantidades que afirmaban no importarles pagar. "Quizá sea la única vez que tenga oportunidad de ver en directo a los tres tenores juntos", señalaba Eammon Kenny, un aficionado a la ópera que, no obstante, se lamentaba de que la actuación no hubiese sido en un lugar más pequeño.
"Demasiada tecnología, sólo gracias a las pantallas gigantes de televisión se podían ver las caras, y el sonido era algo metalizado, pero por 35 libras merece la pena", señalaba Kenny.
